jueves, 13 de octubre de 2016

CASTILLO DE SANTA CATALINA (JAÉN)



En la época musulmana, habitó el castillo el gobernador Omar,
que amaba profundamente a su esposa, Zoraida, a la que prefería por encima de cualquier mujer.
Cuenta la leyenda que, una tarde, el gobernador fue requerido para resolver unos asuntos en la ciudad. Zoraida sintió una punzada en el pecho cuando lo contempló partir desde una de las torres, a penas un punto en movimiento en la distancia. Ella conocía de la destreza guerrera de su esposo y sin embargo aquella tarde sintió miedo.
Transcurrieron las horas y Omar no regresaba junto a ella. Su angustia creció cuando la noche dio paso al día y su amado esposo no daba señales de vida.
Sin poder aguantar más la desesperación, salió en su busca, decidida a no regresar si no era junto a Omar.
No hubo de caminar demasiado, cerca del castillo encontró el cuerpo sin vida de su esposo, al que habían asesinado cobardemente clavando un puñal en su espalda.
Rota por el dolor, Zoraida se abrazó al cadáver de Omar llorando con desesperación. Por más que los hombres le hablaban y trataban de calmarla ella no lograba consolarse; sus lágrimas se derramaban por aquel suelo teñido de la sangre de su amado esposo.
Los soldados que la custodiaban trataron de separarla por la fuerza; fue entonces cuando se percataron de que también ella había muerto a causa del dolor por su pérdida; sin embargo, las lágrimas no cesaban de brotar de sus ojos sin vida. Fue tal la abundancia de aquel llanto sobrenatural, que las lágrimas comenzaron a acumularse en un charco y pronto se formó una fuente de ellas. A este lugar se le bautizó desde entonces como “Caño Quebrado”.
En las noches de febrero, allá donde siglos atrás ambos amantes perdieran la vida, aparecen dos figuras entrelazadas en un apasionado abrazo que, sin separarse jamás, caminan hacia el castillo regresando por fin juntas a casa.

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